Empatía y compasión
El mirar las imágenes lentas en la pantalla está entristeciendo a los humanos. Intento lo que puedo por hacerles sentir mejor, y funciona, al menos por poco tiempo. Recientemente, he escuchado mucho sobre la ansiedad, el estrés y cómo podemos reducir sus impactos.
Steven ha estado escribiendo acerca de la compasión y la necesidad de que la gente tenga compasión con otros y consigo mismos. Quiero escribir de la compasión porque es algo que siento por mi familia humana. Creo, además, que entender la base de nuestro comportamiento y sus motivaciones nos permitirán cultivar mecanismos de sobrellevar las situaciones difíciles, ayudar a otras y mejorar nuestras vidas.
El mundo y nuestros comportamientos
Nuestro sistema nervioso central integra nuestro cuerpo al cerebro. Nuestros cuerpos recogen información del ambiente, y la envían al cerebro donde se producen las respuestas a lo que experimentamos. Si al salir a caminar reconocemos a una persona que nos agrada, Steven le saluda moviendo sus brazos o diciendo “¡Hola!” Esta persona, al reconocernos mueve sus brazos de manera similar y responde “¡Hola!”. Este placentero intercambio ocurre cuando nuestros cerebros reconocen a la otra persona, aceptamos que no presentan una amenaza y que conversarán con nosotros. Los resultados pueden ser buenísimos. Yo no puedo decir “¡Hola!”, pero si le muevo mi rabito a una persona que trae una sorpresa recibo una galletita.
Hablar sobre comportamientos es difícil, especialmente cuando son nuestros sentimientos hacia otros individuos. Por lo tanto voy a enfocarme en solo dos comportamientos que surgen cuando vemos a otros experimentar dolor o angustia.
Estos comportamientos son el resultado del mismo sistema que nos permite experimentar y analizar nuestros ambientes. El mismo sistema nervioso central que nos permite experimentar dolor ante la adversidad, se utiliza cuando experimentamos de manera indirecta el dolor de las otras personas. Todas tenemos los mismos componentes celulares, las mismas células y la comunicación entre ellas depende de los mismos neurotransmisores.
Empatía
La empatía, que muchos confunden con la compasión, es un sentimiento que experimentamos cuando reconocemos en otros sentimientos de angustia o de dificultad. Este sentimiento nos permite compartir la frustración o el dolor sin tener que experimentarlo directamente. La empatía balancea nuestros sentimientos y pensamientos hacia las dificultades de otros. Posiblemente este comportamiento ha ayudado a nuestros ancestros a sobrevivir y sabemos que es un comportamiento antiguo.
- La empatía requiere que reconozcamos la causa de las dificultades de otra persona y que reconozcamos que nosotros no estamos en la misma situación. De esta manera podemos separarnos de la situación y posiblemente proveer ayuda.
- La empatía no es el sentimiento que nos hace ayudar a otro; muchas veces ayudamos al prójimo sin necesidad de sentir empatía. La empatía se trata de reducir el dolor, la angustia y el estrés de otros. Este tipo de comportamiento es emocionalmente agotador.
- Si la situación nos permite ayudar, por ejemplo si ayudar no nos pone en riesgo, podemos prestar ayuda. Esta ayuda no se debe a querer mejorar la situación de la que sufre, sino porque ya no queremos escuchar quejas.
Todos tenemos una tendencia natural de querer mantenernos seguros, pero naturalmente queremos mantener a otros individuos seguros. Además, queremos mejorar las vidas de otros y ayudarles en momentos difíciles. Por ejemplo, ratas de laboratorio que han aprendido a halar una palanca para recibir comida, se rehúsan a halarla si ven que eso causa un choque eléctrico a otras ratas. En otras palabras, las ratas prefieren hambruna que hacerle daño a otras.
Compasión
Cuando el comportamiento de la empatía se combina con un deseo de mejorar la situación de otras surge otro tipo de comportamiento. La compasión es un comportamiento más complejo que tiene base en la empatía.
- Un modelo hipotético de este comportamiento se llama el modelo de percepción-acción y sugiere como primer paso la empatía que sentimos cuando vemos a otro sufrir.
- Nuestra respuesta a ese sufrimiento es variado. Podemos alegrarnos de su dolor, ignorar el dolor o intentar ayudar.
- Decidir la manera apropiada de intervenir activa una parte más alta del cerebro. Las neuronas que toman la decisión literalmente se encuentran sobre las neuronas que integran nuestros sentidos. Si esta parte de nuestro cerebro se activa como consecuencia de ver a otra sufrir, proyectamos la situación ante nuestro estado emocional, nuestra condición mental, nuestras experiencias y nuestro trasfondo étnico/cultural.
- Si decidimos que queremos ayudar y que el ayudar no presenta peligro, y además tenemos la combinación de fortaleza emocional/mental, experiencia y los recursos, ayudamos al prójimo. Con esto no solo reducimos su sufrimiento, pero mejoramos su condición. Esto es compasión.
La compasión es fácil de comprender e intuitiva. Esto es porque es un comportamiento antiguo al cual estamos completamente adaptadas. Estos comportamientos se observan en pájaros y mamíferos, organismos que divergieron de un ancestro común hace más de 300 millones de años.
¡Cuando una niña reconoce la incomodidad en el rostro de otra niña, le ofrece un juguete para hacerle sentir mejor!
Podemos observar compasión en los intentos de primates en el laboratorio de consolar a un humano que finge sufrir. Los bebés humanos de manera similar intentan consolar. ¡Mi ejemplo de compasión favorita es cuando los perros podemos detectar los niveles de hormonas de estrés en los humanos y te ofrecemos mover el rabito o lamer tu cara! Estos comportamientos no siempre resuelven la situación que causa estrés, pero son mi manera de ofrecer consuelo. Los humanos ofrecen palabras de consuelo y bondad, yo muevo mi rabito y me acurruco.
La base de la empatía y la compasión
Estos comportamientos permanecen en nuestras vidas y las transmitimos a nuestras crías porque mejoran nuestra calidad de vida. Estas mejorías ocurren sobre nuestras personas y en nuestros círculos sociales. Ofrecer ayuda y dar la mano tiene consecuencias neurológicas. Se activan partes de nuestro cerebro asociadas a recibir recompensas y mostrar compasión nos energiza, hace sentir felices y relajadas.
Estudios neurológicos muestran que cuando vemos a otro sufrir, nuestros cerebros responden de la misma manera que si experimentáramos el dolor de manera directa. Esto es porque las mismas neuronas que sienten el dolor en nuestros cuerpos se activan si vemos el dolor en otros, debido a un mecanismo llamado dolor empático. Adicionalmente, si tomamos un medicamento para reducir nuestro dolor o ansiedad (como el acetaminofén o ansiolíticos) percibimos menos el dolor de otros y no consolamos con la misma afinidad.
Los beneficios de la compasión
La empatía y la compasión tienen beneficios sobre las personas y sus círculos sociales. Incluso pueden contribuir a escoger una buena pareja, estableciendo lazos fuertes y duraderos. Estos comportamientos nos aseguran que una pareja puede ser una buena madre y contribuyen a un ambiente de seguridad.
La compasión nos recompensa con sentimientos positivos, mejor integración familiar y social, pero requiere esfuerzo. Tenemos que reconocer el malestar de otros, separarnos de la situación, proyectar la situación sobre nuestras experiencias y nuestro sentir actual. Finalmente, tenemos que determinar la mejor manera de consolar, ofrecer consuelo y ayuda al que sufre. Afortunadamente tenemos cerebros que están preparados para responder apropiadamente.
Pero esto es compasión hacia los demás. La compasión propia requiere auto-examinación, conocernos y reconocer la situación en la que estamos. Esto requiere refinamiento de nuestras facultades mentales y práctica. No hay mejor momento que el presente. ¡Ten compasión contigo! Estos son los recursos que estudié:
- Goetz, 2010: La compasión es un comportamiento diferente a la empatía
- DeWaal, 2017: Mamíferos, definiciones de comportamiento, fisiología y experimentos
- Dowling, 2018: Compasión y empatía, contrastes y agotamiento emocional
Leer es arduo. Escribir es arduo. La compasión propia es ardua. Es mucho más fácil tener compasión hacia los demás. Si me disculpan, tengo unas caras humanas que necesitan besos.